Con ocasión del Día del Libro, el pasado 23 de abril, la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Almodóvar del Río convocó un Concurso de Relatos bajo el lema «La Cultura sigue en casa«.

El tema de los relatos se enmarcaba en el confinamiento en Almodóvar del Río con un desenlace feliz.

En la categoría de adultos, el primer premio ha correspondido a Pilar Maldonado Ortega, madre de nuestro alumno Antonio Serrano, de 2º de ESO.

Desde Torrealba le queremos dar nuestra más sincera enhorabuena a Pilar por el galardón, y le animamos a continuar con el arte de la escritura creativa.

Reproducimos aquí su relato. Todo un canto a la esperanza en estos días de confinamiento:

DESDE MI VENTANA

Y un día…al levantarme sobresaltada… me di cuenta de que lo que estaba ocurriendo era una realidad, y no un sueño como hasta ahora había creído.

Me dirigí a la puerta y pude comprobar que seguía como estos días pasados, cerrada con llave.

Fuera el peligro era inminente, te acechaba en cualquier esquina, si te atrapaba, sería difícil escapar de sus garras, ya eran demasiadas las personas que habían quedado entre sus redes sin poder salir.

Todo empezó, un viernes 13 de marzo cuando mi hijo volvía del Instituto, no dábamos crédito, pero a partir de ese día se suspendían las clases, nunca antes había ocurrido algo similar.

Ese mismo día, a la vuelta, encontramos la puerta abierta y una vez dentro, se cerró con llave sin saber cuándo podríamos volverla a abrir.

Era una sensación extraña, un escalofrío recorrió mi cuerpo, algo me decía que ya nada iba a ser igual que antes.

Durante varios días el miedo se apoderó de mí, cómo podría sobrellevar esta situación sin poder salir al exterior, pensé qué habría que ingeniar un plan inmediato para poder llevar a cabo, este inesperado confinamiento.

A partir de ese día tomaría importancia mi pequeña e insignificante hasta ahora ventana, ahora más que nunca, su papel seria relevante en mi vida, desde ese momento, el único contacto con el exterior sería a través de ella, en los días siguientes vería pasar la vida de otro color, la única luz y esperanza que me llegarían sería gracias a ella.

Vería caer y sentir la lluvia de primavera, por donde los rayos del sol sin permiso pasarían y calentarían mi ánimo, donde un silencio casi eterno dejaría callado mi cuerpo y me haría reflexionar.

Los primeros días al asomarme, ese silencio del que hablaba, me hacía temblar, de pronto lo veía todo gris, las calles desiertas me estremecían, y aún más, si miraba hacia el parque, con su puerta también cerrada, me hacían recordar el alboroto de este tiempo atrás cuando los niños podían jugar y correr dentro de él, ahora en cambio, habrían tomado un papel importante los gatos que en ese momento se habrían adueñado por completo, se les podía ver tranquilos y confiados corriendo tras las palomas y cómo éstas a la vez podían alzar rápido y ágil su vuelo hacia el palomar.

Me hacían también recordar ese tiempo atrás cuando mi puerta todavía seguía abierta, ahora sólo puedo mirar a través de mi ventana y ver cómo las golondrinas en su incesante ir y venir, llevan en su pico el barro con el que construyen sus nidos bajo mi ventana.

Y así, van pasando los días y sigo en el intento de poder abrir mi puerta pero ésta aún continúa cerrada.

Por suerte mi ventana permanece abierta y a través de ella me llegan sensaciones que hasta ahora no me había parado a pensar, cosas simples y sencillas, como olores y colores que me dicen, que la vida sigue adelante y que de alguna forma, me hacen sentir fuerte para poder seguir luchando en este caos que nos invade a todos, y que aún no sé cuándo acabará.

Entre tanto desasosiego puedo escuchar las campanas de la iglesia que me recuerdan que las horas y los días van pasando.

Me paro a escuchar el canto alegre de los pájaros que me dan la esperanza que ahora, más que nunca necesito, y puedo ver también como las rosas del parque, abren y se van tornando cada día de un color distinto.

Observo el manto verde que ahora cubre por completo el parque porque los niños no lo pueden pisar. Y escucho cada tarde el ruido lejano que deja el tren a su paso y pienso, cuánto anhelo llevará a los familiares que están lejos.

Veo como cada día el cielo azul se abre entre las nubes para dejar pasar los rayos del sol y decirme que cuando pueda salir, ahí estará esperándome.

Y sigo soñando con el día en que mi puerta se pueda abrir, para así poder comprobar que todo sigue como antes, necesito oír el bullicio de la gente, la alegría de los niños y el sosiego que nos dan nuestros mayores cuando salen cada tarde a pasear.

Y así van pasando los días y las semanas, hasta que una mañana al despertar, ví que mi puerta estaba abierta, esta vez mi sueño se hacía realidad, al fin podría decirle adiós a mi pequeña e insignificante ventana.

Cuando aún con recelo me atrevo a salir, al fondo veo el Castillo que este tiempo atrás no pude ver, con un sol más radiante que nunca me dan la bienvenida y me invitan a pasear.

Puedo ver también como el parque ha abierto su puerta y a los niños jugar dentro de él, y como los gatos esta vez corren buscando un refugio donde poder esconderse.

Puedo oír como los pájaros en su canto me dan las gracias por haber sabido esperar.

Miro a mi alrededor y puedo comprobar, cómo la naturaleza durante este tiempo, se ha podido tomar un respiro, a cambio ella a mí, me deja al fin respirar.

Pilar Maldonado Ortega.

Día del Libro, 23 de Abril 2020.